LIDERAZGO: La productividad


La globalización económica, la  apertura comercial y la inminencia de Tratados de Libre Comercio obligan a una auténtica y  seria formación de líderes productivos  y agentes de cambio. No podemos soslayar la gran necesidad que el mundo actual tiene de contar con líderes. Y, menos aún,  podemos dejar de  hacer frente a esta urgencia, que resulta ser la variable independiente del fenómeno social, industrial y productivo de nuestro país.


 

Resulta paradójico que un tema tan interesante como el liderazgo se haya estudiado hasta  hace apenas algunos años. De hecho, la doctrina de dinámica de grupos que se formaliza después de  los años 40 puede señalarse como el  primer intento científico y estructurado  en el estudio de uno de los procesos fundamentales en la vida de los negocios: el liderazgo.

En el caso de Argentina podemos decir  que nuestras diferentes crisis en lo económico y social se basan en problemas de productividad y, por lo  mismo, de liderazgo. Faltan líderes en  todos los sectores.

Para enfrentar exitosamente el futuro que nos espera, las empresas deben crear una cultura y mística del trabajo a partir de la integración solidaria, del sentido de logro, del  cuidado de los recursos y de valores en el trabajo, y ello  sólo puede alcanzarse a partir de  un auténtico liderazgo. Una  organización sin tecnología puede  adquirirla; sin recursos financieros,  puede solicitarlos y endeudarse, pero sin líderes, muere  inexorablemente.

Ultimamente se ha insistido en diferenciar entre administradores o  jefes, por un lado, y líderes, por el otro. La diferencia no es ociosa; el administrador o jefe es aquel que dirige rutinariamente conforme a un modelo pasivo, estático e inclusive burocrático. A diferencia del jefe, el  líder es quien dirige con base en el cambio, el reto y la innovación a partir de un nuevo paradigma, el de la productividad, la calidad y la  excelencia, ajustándose además al perfil que más adelante señalo.

Sin duda, el factor determinante  para lograr una verdadera cultura de productividad es el liderazgo.
La productividad es primeramente una actitud ante la vida que puede lograrse sólidamente a través de las estrategias educativas adecuadas;  productividad es primero formar un «espíritu productivo» en todo el personal de una organización.

El primer promotor de la  productividad es el líder, quien haciendo uso de su capacidad de  influencia, va creando, a partir de su propia actuación, una atmósfera que invita a la productividad. «El líder predica con el ejemplo», y para esto se precisa identificar y desarrollar a los líderes actuales y potenciales si se  quiere llevar a cabo tan importante labor.

Se debe hablar de una «cultura productiva», más que meramente de sistemas de productividad. Una cultura  que se sustente en valores, que sea  consistente, integral y que esté  animada por un líder, entendido como educador, como modelo de productividad, como mantenedor de una cultura organizacional que cotidianamente promueva, refuerce y dé autoridad a los programas y  actividades del trabajo en equipo,  motivando hacia la excelencia y la  calidad en todos los quehaceres de la empresa.

Un dirigente que practique, defienda y enseñe los valores y principios éticos del trabajo.
Estos líderes deben ser, primero, los que conforman la alta dirección de una empresa. Particularmente, el propio director general, quien, desde luego, debe ser un agente de cambio. La tesis más convincente para este perfil es la que plantea como fundamental la capacidad de influencia y motivación hacia el trabajo productivo.

Además, el directivo tiene que saber comunicarse y hacer contacto con su gente, de tal manera que «movilice su energía», generando insisto una actitud y un «espíritu productivo» en todo su personal.

El cambio resulta ser hoy en día la preocupación y el reto más presente en los líderes de las instituciones y organizaciones que luchan por su sobrevivencia y desarrollo. La intensidad competitiva y la complejidad de las empresas son fenómenos que marcan una nueva filosofía y práctica empresarial.

Surge así el trascendente concepto y perfil del «agente de cambio», personaje que, aunque es histórico y ha existido desde el origen de la humanidad, es ahora el factor fundamental a través del cual se escribirán los futuros capítulos de la historia del hombre.

En efecto, el «agente de cambio» o líder, que va a influir y generar los cambios evolutivos, es muy necesario en la política, la industria y el comercio, la universidad, la familia y, en general, todas las instituciones que participan por el bien común de Argentina. Debemos poner énfasis en nuestra inaplazable necesidad de auténticos «agentes de cambio» en la dirección de las empresas.

El «líder» y «agente de cambio», este personaje de finales del siglo XX y principios del XXI, que debe transformar y escribir los capítulos futuros de la historia nacional respecto de la paz, la justicia, la educación y la productividad industrial, tiene como requerimientos esenciales las siguientes 10 condiciones:

1. Un sentido de autocrítica, que implica la conciencia y acción de su propio cambio.

2. Un alto compromiso ante el desarrollo evolutivo del hombre y la sociedad.

3. Una sensibilidad y capacidad de evaluación de las situaciones presentes que están generando las opciones de cambio.

4. Una capacidad analítica que compare las alternativas más viables.

5. Una energía y asertividad en la acción, que permita la toma de decisiones, elimine la falta de análisis, que entorpece el proceso de toma de decisiones.

6. Una gran capacidad de convencimiento (venta) y comunicación de los cambios que se deben implantar.

7. Una actuación que modele y, por tanto, cambie la conducta de otros.

8. Una aptitud para integrar los diversos cambios que converjan en un solo objetivo verdaderamente productivo.

9. Un liderazgo firme, prudente y basado en un código de valores en el trabajo.

10. Una gran visión para iniciar y mantener el «espíritu productivo» que debe animar a todo quehacer humano.

Más que proponer un modelo rígido sobre el perfil ideal de un líder autocrático, democrático, persuasivo, vendedor, situacional, etcétera, he tomado en cuenta la experiencia directa con cientos de ejecutivos argentinos (de todos los niveles y todos los sectores de la administración) para definir cuáles son aquellas actitudes y comportamientos que logran eficacia y éxito en la labor de dirección, influencia y encauzamiento de la energía humana hacia el logro de objetivos organizacionales.